Chico Montilla

Un cromatismo intenso, que inunda la retina, se deposita en campos enmarcados por una linealidad rígida, organizada según un orden geométrico. Se reproduce la realidad expresada en un idea esquemática racional, siendo el color protagonista en el cuadro, palpitando con fuerza en su poderosa gama de tonalidades.

Chico Montilla (1961)

Chico Montilla organiza un trabajo plástico ágil, alegre, donde expresa la visión organizada de la ciudad, la imagen extraída para trasplantarla como estructura de figuras angulares encajadas. Expone el pintor una concepción de la comprensión del tiempo presente, ordenado, impoluto, idealizado, sumido en un cromatismo repetitivo y familiar a todos. Pero el artista incorpora magia en el cuadro, duda e interés sobre la humanidad que en ese medio habita. La ausencia de la figura humana, el olvido de la curva de desarrollo libre sin regla constante, hace que el ánima del espectador lo introduzca en la pieza, creando una superficie invisible que genera interés en la obra. La vida es reflejada en la representación del medio vegetal, en los cipreses, como manchas alargadas, todo bajo un cielo de azul disuelto. Ocres, verdes, dorados y azules bañan el paisaje, creando un entramado lógico que describe el color de Granada, la luz tenue de sus atardeceres, o cuando nace tibia y limpia. Intercala el pintor los tonos de forma armónica en el cuadro, consiguiendo concluir composiciones atractivas, de contemplación rítmica, que comunican el halo que fluye en el paisaje granadino. La obra de Chico Montilla parte de las entrañas de las vanguardias del siglo XX, siendo expresada como elaboración plástica fresca y actual.