Elena Narkevich

Para entender mejor la relación del discurso pictórico de Elena Narkevich, mujer culta con una exquisita formación estética, con el arte naïf, tenemos que poner en correlación su procedimiento artístico con los postulados de este estilo.
Según su determinación, el arte naïf radica en una fuerte vocación creadora que tiende a expresarse, pese a que su artífice no conoce las premisas teóricas del arte que le facilitaría conseguir conscientemente el valor estético de su obra. Un pintor naïf es capaz de desarrollar su peculiar lenguaje poético y conseguir una firme unidad estructural, y sin embargo, no logra superar las limitaciones de su inocente mundo visión que interpreta a través de las ideas generales, centrando su interés en las cuestiones existenciales y en la intrínseca cualidad del objeto.

Es el por qué Elena Narkevich elige conscientemente el arte naïf como su discurso pictórico, esta orientación suya procede del silogismo que confirma que su mundo inocente puede materializarse sólo desde una perspectiva inocente, utilizando los medios más adecuados a esta intención. Es el por qué recurre a la poética de la skazka, resurgida de la tradición, revelando aquellas capas de la experiencia que emergen de la profundi-dad de la memoria colectiva; con el fin de reconciliar en unas emotivas imágenes su raigambre con el mundo en el que vive, un mundo en el que se han perdido la magia y la candidez, la autora emprende un viaje actuando como una auténtica gurí, que nos indica en el secreto de có-mo buscar en los archivos de nuestro propio subconsciente aquellos paisajes provistos de poesía, que se perdieron en la vorágine de la modernidad.

 

 

Elena Narkevich nació en la hermosa ciudad de Minsk, la capital de Bielorrusia, en el seno de una gran familia, muy unida y compenetrada, tanto por amor y respeto como por la vena artística que comparten casi todos los integrantes. Muy pronto, ya en la infancia más tierna, empezó a hacer sus primeros esbozos, y comenzaron a afirmarse los brotes de su insólita expresión plástica ante los maravillosos ojos de sus mayores, entregados desde siempre y por la tradición familiar, al aprendizaje y la enseñanza de los fundamentales criterios y más elevados valores del arte, de los cánones estéticos y éticos, que sellarán más tarde su refinada y tan peculiar obra pictórica. Con mucha ternura, Elena recuerda su primera exposición que le organizó su padre cuando tenía tan sólo cinco añitos; hizo para sus pinturas marcos de cartón, las colgó en las paredes de la casa e invitó a todas sus amigas. Hoy en día se acuerda de la timidez con la que, sonrosada, ofrecía zumos y pastelitos a las que ya, en aquel entonces, se hicieron sus grandes admiradoras. Licenciada en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Minsk, se entrega plenamente a su profesión, olvidándose por completo del gran talento artístico que había empezado a brotar, pero nunca llegó a florecer. Volverá a coger los pinceles una vez instalada en la Costa del Sol, lanzándose con indecible fervor a la búsqueda de nuevas posibilidades de expresar sus inquietudes y canalizar su enorme energía creadora. Ya en sus primeros lienzos proyecta una desenfadada visión del mundo, −lo que quedará una constante en su trayectoria pictórica−, inspirada en sus recuerdos del pasado cuando aún era niña, recreando y dando formas a los sedimentos de su memoria, para plasmar en el soporte blanco el dulce y prodigioso mundo de su onírica primera edad

Exposiciones:

– Minsk

– Leningrado

– Moscú

– Málaga

– Granada

– La Coruña

– Santiago de Compostela

– Madrid

– Elche

– Marbella

– Lyon

Premios:
– Primera Medalla del Premio Naïf de la Asociación Española de Pintores y Escultores
– Primero Premio de Pequeño Formato, Asociación Española de Pintores y Escultores

Museos y colecciones:

– Museos de Arte Contemporáneo de:
– Atlanta
– Santa Fe