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Galería de Arte en Granada
El Artista Ruso se recuerda siempre a sí mismo pintando.
La pintura ha sido para Igor Fomin una actividad que le ha acompañado toda su vida y es ahora su destino.
No lamenta, sino que lo celebra consigo mismo y con los coleccionistas, principalmente rusos y americanos, que le siguen con fidelidad
Estudió Arquitectura y Música en Minsk, dos disciplinas que le enriquecieron en su trayectoria, pero optó por la pintura porque la veía más cerca de su espíritu y de su destreza. Con ella ha sido capaz de crear un mundo propio muy particular, que comparte con todos aquellos espectadores que la contemplan. Ese mundo, su pintura singular, rebosante de fantasía, le ha dado reconocimiento y satisfacción.
IFOR FOMIN (Minsk, Bielorrusia – 1963)
cursó estudios de arquitectura en la Universidad de Minsk pero, casi durante su etapa universitaria, todo parecía querer dirigirle al mundo de la pintura. Siendo estudiante de Universidad acudía unas tres o cuatro veces al año a Siberia, donde vivían sus padres en aquel momento, para hacer unos trabajos que le encargaban y que por cierto le pagaban bastante bien: se trataba de pintar grandes carteles con imágenes y slogans de propaganda del régimen comunista. El dice que «hacía este trabajo con mucho cachondeo» porque nunca fue seguidor del régimen de la antigua Unión Soviética ni acató con sumisión el adoctrinamiento político que les inculcaban desde pequeñitos. El dinero no le venía nada mal, pues en 1983 formó su propia familia casándose con Elena Narkevich y después nacerían sus hijos Yuri y Alisa.
En 1988 empezó a pintar cuadros, un poco precursores de la estética que ahora le caracteriza. Ya aparecían esos personajes de caras extrañas, pero eran figuras de grandes dimensiones y abundaba la temática de músicos. Hay que decir que Igor Fomin es un gran amante de la música y que cursó algunos años de guitarra clásica, pero abandonó al constatar la desproporción existente entre sus propias aptitudes y las exigencias de llevar a cabo una carrera musical en este campo.
Para los cuadros pintados en el período de 1988-1989 encontró un cliente inicial: un judío ruso que le compró algo de obra y que, al parecer, después vendió en Estados Unidos obteniendo en la venta pingües beneficios. Parece que el «boca a boca» funcionó porque, de repente, empezó a tener una gran demanda de cuadros por parte de la comunidad judía de su ciudad. La buena racha de aquel momento le permitió ahorrar dinero suficiente para venirse a vivir a España con su familia.
En realidad, los planes de la familia eran emigrar a Estados Unidos, pero, cosas de la vida, se cruzó en su camino, allá en Rusia, un hispano-italiano, vendedor de frigoríficos para más señas, que, encantado con su pintura se ofreció para organizarle algunas exposiciones en España. Como ya tenían idea de salir de su país, pensaron que ésta era una manera de empezar. Así que la trayectoria profesional de Fomin en España comenzó en Torremolinos, en 1989, de la mano de este vendedor de electrodomésticos, que le hizo firmar un contrato de 120 páginas (lo conserva con cariño porque cuando lo lee de nuevo se muere de risa), con una exposición en la Casa de la Cultura de Benalmádena. Así se sucedieron algunas exposiciones más con su original representante (y con más pena que gloria) hasta que, en 1992, convencido de que esa situación no debía alargarse por más tiempo, Igor Fomin contactó con diversas galerías en Nueva York y en ese año realizó allí varias exposiciones con muy buenos resultados.
Pero parece que el destino no quería que la familia Fomin se trasladara a Nueva York, tal y como estaban proyectando de nuevo. Pues ese mismo año de 1992, contactaron con la Galería Cartel de Granada. En esta galería Igor empezó a exponer su obra con gran éxito y su mujer, Elena Narkevich, arquitecto de formación como él, se incorporó también al grupo de pintores de esta galería.